Y el niño prodigio crece...

La mayor de las veces he intentado hablar -o escribir- de manera que todos encuentren a la vez un lugar neutro y un lugar de pertenencia, es decir, no he puesto al centro de lo compartido temas, conceptos, palabras que pudieran resultar provocadoras o generasen una sensación de incomodidad o exclusión... Pero esta vez van a tener que disculparme si evidencio demasiado mi experiencia de fe y por este motivo algunos/as se sientan "no representados"... Pero pasa que no concibo hablar de la Navidad en otros términos que no sean términos de fe... lo que se vive comercialmente ciertamente no es la Navidad, es justamente lo que suele desdibujar su realidad, su esencia... A esta altura, algunos/as quizás ya se estén preguntando ¿y todo este rollo qué tiene que ver con Abraham?... seguramente tiene que ver, pero no soy yo quien deberá decirlo...

En la homilía que pronunció el Papa Benedicto en esta Noche buena decía: "Dios se ha manifestado. Lo ha hecho como niño. Precisamente así se contrapone a toda violencia y lleva un mensaje que es Paz"... Claro, es verdad que a esta altura estamos tan lejos de ese Misterio -Dios hecho Niño-, que lejos de "desarmarnos", a lo sumo nos roba una sonrisa cuando miramos al niño en algún pesebre... Como bien decía Martín Descalzo -y me van a disculpar de nuevo si me alargo en la cita-: "Es difícil, casi imposible, escribir sobre Belén. Porque ante esta historia de un Dios que se hace niño en un portal los incrédulos dicen que es una bella fábula; y los creyentes lo viven como si lo fuera. Frente a este comienzo de la gran locura unos se defienden con su incredulidad, otros con toneladas de azúcar. Porque de eso se trata: de defenderse. Por un lado, sucede que -como señaló Van der Meersch- todas las cosas de Dios son vertiginosas. Por otro, ocurre que el hombre no es capaz de soportar mucha realidad. Y, ante las cosas grandes, se defiende: negándolas o empequeñeciéndolas. Dios es como el sol: agradable mientras estamos lo suficientemente lejos de él para aprovechar su calorcillo y huir su quemadura. Pero ¿quién soportaría la proximidad del sol? ¿Quién podría resistir a este Dios que "sale de sus casillas" y se mete en la vida de los hombres? Por eso -porque nos daba miedo- hemos convertido la Navidad en una fiesta de confitería. Nos derretimos ante "el dulce Niño de rubios cabellos rizados" porque esa falsa ternura nos evita pensar en esa idea vertiginosa de que sea Dios en verdad. Una Navidad Frivolizada nos permite al mismo tiempo creernos creyentes y evitarnos el riesgo de tomar en serio lo que una visión realista de la Navidad nos exigiría...

Desde que me encontré con ese texto hace varios años, no pasa una Navidad en la que no lo recuerde hasta en los detalles... Es que me parece imposible describir mejor lo que nos pasa con esta fiesta que san Francisco llamaba "Fiesta de las fiestas"... Es evidente que el Dios en el que creemos los cristianos no es un Dios sólo de palabras... es un Dios que se hace gesto y corre todos los riesgos apostando y confiando en el hombre que le ha demostrado una infinidad de veces no ser digno de confianza... El Amor de este Dios es infinitamente superior a la infidelidad y fragilidad del hombre... La ilusoria omnipotencia de los hombres demostró haber fallado en la construcción de un mundo más justo en el que reinase la Paz... Por eso un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia, es Padre perpetuo... y sólo si entramos en esta dinámica aparentemente "ilógica" será que podremos gozar de una paz sin límites...

No es tan difícil entenderlo si nos detenemos a pensar en nuestra propia experiencia frente a un recién nacido... si pensamos qué es lo que sentimos cuando cargamos en nuestros brazos la fragilidad de un neonato... si recordamos el estremecimiento que se experimenta cuando un bebé nos mira y nos sonríe... en esas situaciones parece que una fuerza irresistible nos invade con su ternura y nos desarma... nos deja sin defensas... y es como si desapareciera de nosotros toda oscuridad y cualquier resabio de maldad que pudiéramos llevar dentro parece desvanecerse irresistiblemente...

Solamente así, desarmados, indefensos, desbordantes de ternura podremos ser constructores de un mundo más justo, más humano... de un mundo en el que la Paz deje de ser una utopía y sea un sueño alcanzable en el que cada uno pueda aportar lo mínimo pero necesario...

Y ahora díganme ustedes si esto no tiene que ver con Abraham y con lo que experimentamos al escucharlo...

¡¡¡Muy feliz Navidad!!!